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El lobo que no vieron venir: la paradoja de Holmgren ante los Timberwolves

Uno de los grandes escollos que tienen los Wolves en su camino hacia su primera Final es un ‘unicornio’ que fue estrella en el baloncesto de Minnesota.

Chet Holmgren pone un tapón a Julius Randle en el primer partido de la final del Oeste.
GERALD LEONG
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de as.diariomaranhense.net. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Minnesota Timberwolves aterrizó en la NBA a través de las expansiones de 1988 y 1989 en las que también llegaron a la liga Charlotte Hornets, Miami Heat, Orlando Magic. De esas franquicias, es obvio que la más exitosa ha sido Miami Heat, que ha ganado tres títulos y ha jugado otras cuatro Finales. Los Magic, también en Florida, al menos han jugado dos veces por el título, en 1995 y 2009. Hornets y Timberwolves, ni eso. Los primeros, aunque tuvieron mucho movimiento de traslados y regresos y aquel tramo infame de los Bobcats, al menos fueron un animador habitual de los playoffs del Este (sin pasar de segunda ronda) durante casi una década (1992-2001). Con temporadas de 54, un logo inolvidable (el abejorro botando la bola) y jugadores como Glen Rice, Vlade Divac, Muggsy Bogues, Jamal Mashburn, Baron Davis

Los Timberwolves… nada. Tardaron ocho años en debutar en playoffs, y lo hicieron con barrida (3-0). Y quince en superar una primera ronda en la que se estrellaron siete años seguidos. Una maldición que se rompió en 2004, cuando un Kevin Garnett MVP lideró a un equipazo (Sam Cassell, Latrell Sprewell, Wally Szczerbiak…) que pudo reinar: 58 victorias y billete para la final del Oeste, algo asombroso para una franquicia hasta entonces acostumbrada a apilar miserias. Con factor cancha a favor, no pudieron con esos Lakers Frankenstein (Kobe Bryant, Shaquille O’Neal, Karl Malone, Gary Payton) que se hundieron después en la lucha por el anillo, contra los Pistons.

A esa derrota siguió una de las rachas más infames de la historia de la NBA: catorce años sin playoffs, regreso sin victoria en 2018 (derrota contra los Rockets, 4-1) y otros tres fuera. Toda una etapa que engulló elecciones de draft tan ilusionantes como Kevin Love y Ricky Rubio. Por eso la actual es la edad de oro de unos Wolves que, además, están en proceso de estrenar nuevos propietarios, un proyecto muy ambicioso liderado por Alex Rodriguez, estrella histórica del béisbol, y Marc Lore. Van cuatro años seguidos en playoffs y dos finales del Oeste consecutivas después de haber llegado solo a una entre 1989 y 2023. El problema es que en 2024 apareció en su camino un Luka Doncic irresistible. Y ahora, en 2024, pelean cuesta arriba contra los Thunder de las 68 victorias, una máquina de aplastar rivales que tiene como una de sus principales figuras a un unicornio nacido y criado, precisamente, en Minnesota: Chet Holmgren.

Es una paradoja para el cuarto estado más frío de EE UU por detrás solo de Maine, Dakota del Norte y Alaska. Uno en el que Holmgren fue una súper estrella en sus años de formación y desarrollo, rumbo al estrellato en la NBA y a esa consideración de unicornio, un jugador único en una era de jugadores únicos. Un 2,16 que manejaba la bola como base, tiraba por fuera como un alero e intimidaba por dentro como los mejores pívots. Algo nunca visto… que precedió a un Victor Wembanyama que, justo después, fue lo mismo pero todavía más, mucho más.

Pero en Mineápolis todo el mundo vio (y casi un millón de personas en todo el mundo a través de Youtube) uno de los vídeos más virales de 2020: un chaval espigado e inacabable dejó seco a Stephen Curry con un crossover en el campamento del base de los Warriors. Y nadie olvida sus exhibiciones de high school con la Minnehaha Academy, un centro católico privado en el que coincidió tres años con Jalen Suggs. Muchos esperaban que Holmgren decidiera unirse, después de ser tentado por más de treinta universidades a los Golden Gophers de Minnesota. Pero eligió Gonzaga, como su amigo Suggs un año antes.

Y llegó a la NBA en el puesto número 2 del draft de 2022, un año después de que Suggs fuera pick 5. Al escolta lo eligieron los Magic, que un año después tuvieron el 1 con el que podrían haber reunido otra vez a la pareja. Pero optaron por Paolo Banchero y Holmgren acabó en los Thunder como la elección de draft más alta de la historia del baloncesto de Minnesota: en 1980 Kevin había sido número 3 el histórico Kevin McHale, todavía el último (1991) all star del estado. Otra barrera que seguramente derribe el unicornio Holmgren.

Sus primeros años de baloncesto, de niño, llegaron con su padre, un 2,13 que había jugado (1984-88) en la Universidad de Minnesota. A los 12 años, Chet Thomas Holmgren medía 1,88, y a los 15 ya estaba en 2,06. En su primer año de instituto promedió 6,2 puntos y 3 rebotes; en el segundo, 18,6 y 11. La progresión fue bestial. Debutó con Gonzaba con un partido de 14 puntos, 13 rebotes, 6 asistencias y 7 tapones, algo que la NCAA no había visto en un cuarto de siglo. Y se estrenó, después de ganar la West Coast Conference, en el torneo nacional con 19+17+5+7. Sus Bulldogs cayeron en el Sweet 16 un año después de que los de Suggs perdieron al final nacional contra Baylor después de que el otro chico de Minnesota anotara un triple que ya es historia en el último segundo de la semifinal contra UCLA.

Nunca un jugador de esa zona de Estados Unidos había sido el número 1 en el ranking preuniversitario de ESPN. Holmgren, que arrasó en instituto y en los circuitos AAU, se convirtió, por su perfil físico y su saco inacabable de recursos técnicos, en un proyecto NBA arrebatador, uno de posibilidades infinitas… y aprensión por su extrema delgadez. ¿Aguantaría el ritmo y los golpes de esas terribles regular season de 82 partidos?

Como si quisiera dar la razón a los agoreros, la mala suerte se cebó con él: nada más ser drafteado, fue arrollado por LeBron James en una pachanga y se perdió, con una fea fractura en un pie, su primera temporada NBA (2022-23). En la segunda coincidió ya con Wembanyama, los dos como rookies porque Holmgren no había sumado antes ningún minuto antes, y ayudó al despunte de unos Thunder que fueron primeros del Oeste pero, como los Wolves, se estrellaron contra Doncic y sus Mavs en playoffs (en su caso, en segunda ronda). En esa segunda temporada, además, disipó dudas y jugó los 82 partidos, aunque en la tercera se quedó en 32 por un complicado problema de cadera. Pero en los playoffs está en plenitud y a un paso de su primera final de la NBA… como los Timberwolves, los lobos de su Mineápolis natal. El problema es que solo puede avanzar uno…

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