5-4: de la euforia a la angustia

Partido extraño y fructífero, con nueve goles, una rareza en sí, y un desarrollo tan irregular que lo que iba para paliza histórica de España sobre Francia acabó en un agobio, con los ses buscando el empate y nosotros pidiendo la hora. Los números que deja el encuentro por ambas partes son tremendos: España, 16 remates, ocho de ellos a puerta, cinco convertidos en gol; Francia, 24 remates, de ellos nueve a puerta y cuatro goles. Antes de seguir hay que señalar en ese sentido que Unai hizo más por nosotros que Maignan por ellos, sin que esto quiera decir que nos regaló nada. Pero Unai nos salvó con tres paradas de tronío.

Fue un partido en tres partes: la primera, de superioridad de Francia, hasta que De la Fuente intercambió las posiciones de Pedri y Merino, retrasando al barcelonista a la posición que ahora ocupa en su equipo, apoyando a Zubimendi en la salida. A partir de ahí mejoró España, y fruto de ello fue goteando sus goles. Y la tercera, a partir del 5-1, cuando los cambios y el exceso de confianza relajaron a nuestro equipo, mientras que por el contrario la aparición de Cherki fue vitamina para Francia, que provocó un vuelco tremendo y hasta soñó con el empate. Sólo respiramos cuando un colosal Unai atrapó en el aire el último pelotazo final.

Un estupendo espectáculo y una lección a recordar: ni con un 5-1 caben confianzas con un equipo del poderío de Francia. Retirar a Pedri fue el principio del fin. Por lo demás, queda el recuerdo de estupendas combinaciones de España, intervenciones muy sabias de Oyarzabal en su función de delantero centro escurridizo y otra exhibición de Lamine Yamal, al que aún espera la final para recaudar adhesiones a su candidatura al Balón de Oro. Estuvo en el primer gol, le hicieron y transformó el penalti que valió el tercero y marcó el quinto. El rendimiento de Dembélé, muy citado como su principal competidor, quedó muy lejos del suyo.                        

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