Luis Enrique eleva el listón a Xabi

Grandiosa victoria del PSG, culminación de una larga búsqueda. La solución a sus “urgencias históricas”, que diría Menotti, ha llegado con el abandono del ‘star system’ y la entrega del mando a un hombre tan disparatado como el propio proyecto, al tiempo que profundo conocedor del fútbol y sus procesos. Su personalidad arrolladora, que no teme a nada ni a nadie y aparta lo que le incomoda, le ha dado un fructífero control absoluto sobre una plantilla muy pareja, jugadores todos de nivel notable alto que con él han alcanzado el sobresaliente. Fútbol pleno, reparto de responsabilidades, velocidad de pensamiento y acción.

Una obra maestra, muy de agradecer por todos los degustadores del fútbol. Uno de los varios motivos por los que se puede juzgar a un entrenador es el grado de proximidad de los jugadores a su mejor versión. En su caso ha sido pleno. A ninguno de sus futbolistas le recuerdo alguna actuación personal mejor que la de anteayer, si acaso igual. Y llegado aquí no puedo dejar de referirme a Dembélé, errático extremo de rostro ausente y rendimiento imprevisible, convertido por él en un sabio y consciente falso nueve, abnegado en la presión adelantada, científico en su juego. Se diría que de golpe le ha salido la muela del juicio.

Presión adelantada, extremos afilados, delantero centro móvil, centrocampistas de toque (Vitinha es un libro abierto), el arrollador Achraf por la derecha… Desde ya, este PSG es el nuevo referente del fútbol mundial, lo que no fue ni por asomo cuando consiguió reunir a Messi, Neymar y Mbappé. Luis Enrique, al que cabe parafrasear aquello que dijo Miguel Primo de Rivera de Valle Inclán (“eximio escritor y extravagante ciudadano”, cambien escritor por entrenador), les ha puesto el listón muy alto a todos sus colegas y en especial a Xabi Alonso, que se enfrenta a su examen de doctorado obligado a hacer correr a Vinicius y Mbappé.

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