Rodrygo, Bellingham, Mbappé, Vinicius...

El Bernabéu tuvo un entradón pese al flojo pedigrí del rival, o precisamente por eso. El público acudió presintiendo un partido plácido, cuesta abajo, dando los tres puntos por seguros y ambicionando una goleada, cosa que siempre conviene en este modelo de Champions ante previsibles empates a puntos. Y así fue. Un Madrid un poquito en servicios mínimos se dejó mecer por el Salzburgo en el inicio, pero cuando el público empezaba a impacientarse vino el primer gol y, con él, la placidez hasta el 5-1. Dos de Rodrygo, uno de Mbappé y dos de Vinicius, más el de la honrilla, obra de Bidstrup, una especie de sosias de Modric.

Ancelotti salió con un equipo de violines, en el que Valverde parcheó el lateral derecho y el medio campo quedó para Ceballos y Modric más la colaboración de Bellingham, que está al plato y a las tajadas, porque conduce el juego y llega al área. El partido lo resolvió la extraordinaria calidad de ataque del Madrid, abiertamente irresistible para una defensa como la del Salzburgo, que ha contado entre los equipos más débiles de esta fase. La marcha tan holgada del marcador dio para concederle un buen rato a Alaba, cuya puesta a punto conviene acelerar. El único inconveniente fue una tarjeta que deja a Vinicius sin jugar ante el Brest.

Fue curioso el contraste entre la placidez del partido del Bernabéu con el turbulento desarrollo en otros campos, donde equipos de todo orden se jugaban las judías en condiciones difíciles. La jornada liquidó definitivamente al Girona en Milán, como era de temer, y dejó al City de Guardiola colgado de la brocha por su derrota en París. Sin goles en la primera parte, en la segunda el City se puso 0-2 pero de inmediato se descosió. Era el partido de la jornada, con dos equipos en posición incómoda, y ahora el PSG está casi salvado y el City depende de una victoria imprescindible sobre el Brujas en el Etihad. No está fuera.