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Maggie Civantos: “Estamos creando una sociedad extraña y totalmente contradictoria”

La actriz, que recientemente ha terminado el rodaje de su primera cinta como directora, ‘El retorno de Júpiter’, charla con Diario AS sobre la espiritualidad y la necesidad de amar.

28/05/25 CULTURA ENTREVISTA A LA ACTRIZ MAGGI CIVANTOS
INMA FLORES | DiarioAS
Sergio Murillo
Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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Cuesta arrancar notas espirituales a las esquinas del centro de Madrid, pero desde que el sol se volvió a bautizar en fuego a finales de mayo se diría que es imposible. Marcan las ocho de la tarde las manecillas de un reloj que asoma por el escaparate de una tienda perdida entre las callejuelas que separan Gran Vía de la calle del Pez, reducto de aquella capital galdosiana de notas castizas a la que tantos cronistas decimonónicos escribieron. Dos manzanas grafitadas detrás, cargado el aire underground de una zona que todavía conserva escritos en las paredes los lemas de la Movida Madrileña, descansa la terraza de un bar.

Aquellos aires de vanguardia ochentera alumbran una conversación en la que Maggie Civantos (Málaga, 1984) confiesa su pasión por el séptimo arte desde todas sus perspectivas. La actriz, que ya conoce las mieles comerciales de la industria, amén de su éxito en Vis a vis y Las chicas del cable, se muestra disruptiva y racional a partes iguales. Quizá el motivo sea su estreno como directora en El retorno de Júpiter, cinta que ha terminado de rodar hace escasas semanas y de la que también es coguionista y coprotagonista.

Maggie Civantos: “Estamos creando una sociedad extraña y totalmente contradictoria”
28/05/25 CULTURA ENTREVISTA A LA ACTRIZ MAGGI CIVANTOS INMA FLORES

Antes de que aparecieran unas aceitunas sobre la mesa, la intérprete ya había hecho un llamado a la espiritualidad —aquella que repele el centro de Madrid— para impulsar la comunicación, a transformar el miedo y a amar sin otro límite que no sea el sentido común. Las lecciones que asume con orgullo e inteligencia son aquellas que estructuran la columna vertebral de un thriller en el que asume el rol de Aura para mostrar un lado íntimo y pasional que solo el cielo estrellado de Coín conoce.

-Primera película como directora. Has debido darte cuenta esta vez de muchas cosas que únicamente como actriz igual pasas por alto.

-Bueno, no es que no te des cuenta (pierde la mirada, en busca de palabras). Puedes empatizar, pero hasta que no vives las cosas no empiezas a ver ciertos rincones que antes intuías y ahora sabes porque te han pasado por el cuerpo. Ahora entiendes cuando un director te habla con cierta ausencia. Siempre piensas que está en muchas cosas, pero ahora comprendes que se trata de sostener a todo un equipo; tanto a nivel de tareas como energético, ya que como tú estés va a estar el equipo.

Al final es como ser la capitana de un barco. No es fácil. Ya sabía que no iba a ser fácil, pero lo haría un millón de veces más. Para mí ha sido un descubrimiento. Tienes días más complicados en los que el rodaje es difícil y toca improvisar y otros en los que sale incluso mejor de lo que soñaste. Y esos días son increíbles. Al final trabajar en equipo es algo muy bonito. Para mí hay una filosofía de vida en eso: es la razón de por qué me gusta el cine y, además, como siento que la vida debería ser.

-También eres la actriz protagonista y has coescrito el guion. No has estado quieta estas cuatro semanas.

-No he parado y, además, mi vida se detuvo. Era como si no hubiera nada más. También por la naturaleza del proyecto: hubo volantazos, iba a ir por un sitio, luego por otro, y así hasta que encontró su cauce. Siempre digo que el hecho de que yo la haya dirigido ha sido un maravilloso accidente, pero creo que era lo que tenía que ocurrir. En la película hablamos de señales del universo y verdaderamente siento que esto tenía que pasar.

Esa es la razón por la que no quise salir del proyecto [como actriz] cuando me quedé como directora. Me costaba mucho desprenderme de un personaje del que ya me había visualizado. Y me metí en el lío de hacer las dos cosas. Creo que es muy bonito. Mi pasión es actuar; ahora he descubierto que también me gusta dirigir, que también hay algo pasional en ello.

Hay una filosofía de vida en el trabajo en equipo: es la razón de por qué me gusta el cine y, además, como siento que la vida debería ser

Maggie Civantos

-Pero ambas a la vez... ¿No resulta artísticamente agotador?

-Ha sido lo más cansado. Sobre todo porque era un personaje muy complicado. No es lo mismo hacer un rol secundario en otro género que interpretar a Aura, que es un personaje con una profundidad psicológica difícil. Hubo un momento en el que dije ‘wow, no me lo esperaba así, pensaba que iba a poder disfrutarlo’. De lo que yo disfruto mi trabajo como actriz, que es cada segundo, no sé... Aquí pude estar como a un 70%. Y te diría mucho. No pude estar como a mí me gustaría estar.

-Es cierto que la psicología de los personajes es profunda; y el argumento, complejo. ¿Ha nacido esta idea dentro de ti ahora o la venías rumiando desde hacía tiempo?

-Queríamos hacer una película de terror psicológico por el propio espacio. Sale de la cabeza de varias personas, pero lo que ocurre es que, en lo personal, es un aspecto que conozco: en mi espacio se han hecho retiros. De astrología, entre otros. Sé de lo que estamos hablando. Creo en ello y de alguna forma también lo sufro. Se habla sobre cosas muy profundas, sobre el sacrificio del amor, sobre el universo... Pero para mí hay una temática muy importante: el new age espiritual.

-¿Y qué es eso?

-Esta cosa de que la espiritualidad de repente se ha puesto de moda y hay un negocio en torno a ella. Yo me considero una persona espiritual y creo que debería ser un acto mucho más íntimo. Si no ya entraríamos en otros términos...

-¿En un terreno donde lo económico prima sobre lo espiritual?

-Claro. Es que para mí la espiritualidad tiene que ser algo privado. No digo que no se tengan que hacer retiros porque soy la primera que está metida en eso, pero creo que hay mucho marketing y se está perdiendo lo genuino y lo auténtico de la espiritualidad. Quería hablar de eso en la película, donde llega a ser peligrosa. Y ojo, estoy super a favor de las terapias.

-¿Las has practicado?

-Sí. Y justo empezando el rodaje de la película me llegó el certificado de coach espiritual. Durante este año he estado cursando para serlo. Realmente es life coach, pero tiene un enfoque espiritual basado en la psicología transpersonal de Roberto Assagioli. Este año me he dedicado a formarme. Me fui a la India y por eso mismo salen todas estas ideas. Son cosas que me he ido encontrando en el camino.

-Y que te hacen ver una cierta hipocresía en torno a la espiritualidad...

-Hay gente demasiado elevada y hay que poner los pies en la tierra: para contar ese aire y esa espiritualidad, precisamente, hay que venir aquí y materializarlo. En fin. Discrepo con determinadas terapias, con las formas de comunicarlo y, sobre todo, con el marketing y el business que hay de todo esto. Así que de ahí viene la película. De que conozco bien el mundo de las terapias.

Maggie Civantos: “Estamos creando una sociedad extraña y totalmente contradictoria”

-Según me dices, hay una conexión directa entre estos retiros espirituales y terapéuticos y el lugar seleccionado para el rodaje.

-Sí. Se llama Finca Alborada Espacio Creativo, en Málaga. Es un proyecto que he tenido durante cinco años y del que ahora me estoy despidiendo. Para mí esta película era un poco el broche final. No sé si después seguiremos, pero, en principio, durante un tiempo me retiro. Ha sido un proyecto muy bonito en el que hemos impartido cursos de interpretación, pero, a diferencia de otros espacios, nosotros invitamos a la gente a que se quede y viva la experiencia de la convivencia. Y crear comunidad.

-Y, más allá de ser la fundadora, ¿cómo participabas en el proyecto?

-He estado dando clase durante un año y medio. Mis clases eran de interpretación, pero en determinados momentos, cuando me he visto preparada, lo he enfocado a la creatividad y a la comunicación. Ayudar a la gente a comunicarse desde la honestidad y con ellos mismos. Entonces he invitado a mucha gente que no tenía nada que ver con la interpretación, pero eran artistas de otras disciplinas.

-Noto una rúbrica muy potente tuya en la película: como si la necesidad de contar el argumento fuera más vital que artística.

-Ya te digo. Y soy coguionista. Cuando surgieron todas las ideas, por un lado teníamos el espacio, que fue lo primero, y por otro de qué íbamos a hablar: los retiros. Todo tiene un sentido. Creativamente uno habla de lo que le toca o de lo que necesita; y, para mí, había una necesidad de contar algo que conocía y que de alguna forma es el resultado de... (frena, piensa y dispara) Para mí era importante que ocurrieran cosas de diversión cuando alguien sufre para transformar el miedo.

Lo que está ocurriendo ahora mismo a nivel social es algo terrible: no sabemos cómo enfrentar el miedo. Hay guerra y no podemos hacer nada. Y es horroroso, pero lo estamos normalizando. La película no va de eso, ni mucho menos, pero sí va de cómo miramos para otro lado en determinados momentos y de cómo cada uno interpreta el miedo y el amor. Hay algo de distorsionar cosas que deberían ser bonitas; de no tener mucha realidad de lo que está ocurriendo realmente. Por ello quería transformarlo.

-¿Puede ser el dolor una forma de amar?

-Para Aura sí. Ahí está la disforia; no vamos a decir locura. La distorsión. Cada personaje interpreta el amor de una manera diferente. El otro día hablábamos [en el rodaje] de cómo se entienden ciertas cosas en la sociedad. Parece que todo vale. Y es eso, pero extrapolado a la película: cada uno entiende el amor de forma distinta. El motor es el amor. Pero claro, ¿hasta dónde estás dispuesto a sacrificar por él? ¿Cuáles son los límites?

-¿Y cuáles son?

-El sentido común. No hacer daño a los demás y no hacerte daño a ti. Es una cuestión de sentido común. No hagas lo que no te gustaría que te hicieran.

-Leyendo el guion se me vino a la cabeza una cita de Jacinto Benavente. “El amor es como Don Quijote: cuando uno recobra el juicio, es que está para morir”. ¿Encaja con la película?

-Podría. Depende de con qué personaje porque cada uno lo respira de forma diferente. Pero todos tienen en común algo que provoca una falta de comunicación y que, a su vez, hace que no pueda crecer el amor. Y cuando empiezan a hacer la terapia sale. Para conseguir una vibración alta con el amor se tiene que pasar por la honestidad, la compasión y el perdón.

-¿Te sientes identificada con alguno de los cuatro personajes?

-Con Carla. Creo que, de alguna manera, yo también lucho por lo que ella lucha y persigo lo que ella persigue. Y muchas mujeres. Creo que es la más actual. ¿Con Aura me puedo sentir identificada? Sí, también, pero de una forma metafórica porque creo que mi pasión puede ser arrolladora. Hay algo de mí en todos los personajes.

-Y son un buen extracto de la sociedad.

-Total. Son su reflejo. Y creo que, además, Carla y Carlos son, al principio de la película, los ojos del espectador: son testigos y la ‘peli’ está contada desde su punto de vista. Luego esto cambia. Por ello hay cierta comedia, que no parodia, pero sí hay situaciones que desde su punto de vista incomodan y que el espectador, probablemente, sienta de la misma manera. Así está rodado. Por lo menos, esa es la intención que tengo.

Maggie Civantos: “Estamos creando una sociedad extraña y totalmente contradictoria”
28/05/25 CULTURA ENTREVISTA A LA ACTRIZ MAGGI CIVANTOS INMA FLORES

-¿Qué moraleja quieres dejar al espectador?

-Ser espiritual. Conectar con lo que sea, pero teniendo siempre un pie en la tierra. Creo que hay que traer la espiritualidad a tierra y mirarnos más en el día a día; ejercer esa espiritualidad siendo amables y generando ternura. Al mundo le hace falta amabilidad y ternura. No tanto ‘yo soy...’. ¿Tú eres qué? Habla con tu vecina que está sola y tiene 90 años. Querámonos de verdad. Que cada uno se cuestione qué es el amor. Y hablar del sentido común. Hay que amar con sentido común.

-Algo que, parece, se está perdiendo...

-Se ha puesto de moda hablar del amor propio y estamos creando una sociedad individualista. El amor es amor y es mirarnos con amor. El amor propio es importante, pero también dejar de ser egoístas. Sin intención de generar un rechazo, que para mí hay mucho respeto en todo eso; pero mi forma de contarlo ha sido esta: creando una película de terror (ríe).

-¿Se puede conectar con uno mismo sin necesidad de irse a un retiro?

Sí, aunque lo tienes más complicado (ríe). Yo en mis retiros intento también abrir puertas. No me gusta enseñar, pero sí invitar a la gente a que descubran cosas de ellos mismos. Yo creo que es necesario el silencio. Creo que el trabajo en comunidad es importante. Siempre lo digo: no te expresas igual delante del espejo que cuando tienes delante la persona con quien te quieres comunicar.

Para mí el teatro es muy terapéutico. En mi caso relaciono el teatro y la terapia. Ese es mi coaching. No hago psicología. Yo invito a la gente a explorar con el teatro y lograr un autoconocimiento desde la expresión y el movimiento. Dentro de tu cuerpo tienes respuestas a preguntas y el propio movimiento te lleva a determinadas sensaciones; y a través de la escritura vas a encontrar respuestas en eso. Todo eso relacionado con la expresión: no vale que te lo quedes, tienes que contarlo y compartirlo.

-Somos seres sociales...

-Total. Y de ahí esa parte del problema. Que creo que en esta cosa individual que estamos creando hay muchas personas que tienen capacidad de expresarse en redes sociales y luego, en la realidad, frente a frente, no saben cómo abordar una conversación. Estamos creando una sociedad extraña y totalmente contradictoria. En tu casa puedes conectar con tu espiritualidad en silencio, pero, al mismo tiempo, debe ser una forma de conectar con la sociedad. Así es como yo lo entiendo.

Hace falta más espiritualidad, pero siempre con un pie en la tierra

Maggie Civantos

-¿Sin espiritualidad se deshumaniza al ser humano?

-Creo que es algo íntimo, pero para ir a lo colectivo; expresarte y llegar a la comunicación. Para mí la meditación es fundamental, pero no me quiero ir a un templo. Me parece estupendo y quien lo quiera hacer, fantástico; pero la razón por la que yo estudié ‘Psicosíntesis’ es, precisamente, para que la gente conecte consigo misma, con su verdad y su honestidad, y la pueda comunicar desde ahí y no desde el miedo.

-¿Y existe el arte sin espiritualidad? ¿O ya no sería arte?

-Para mí, tal y como yo lo enfoco, el arte es espiritualidad. Es imposible quitarlo. Es una forma de expresión muy conectada con un talento que muchas veces viene de no sabes dónde. Y de ahí que existan los ‘musos’, las musas, la inspiración divina. A lo largo de la historia se ha hablado de todo esto. El teatro viene como expresión y viene de un ritual. Hay algo sagrado en el arte. Para mí el arte es sagrado.

-Hay quien diferencia a las personas según la manera en la que sanan sus heridas del pasado. ¿Tú como lo haces?

-Siempre lo he hecho bien. Últimamente mejor y creo que por eso soy más feliz. En muchos momentos no he querido mirar dónde estaba la herida y ahí es cuando te engañas. Cuando empiezas a hacer un trabajo de terapia profundo y te preguntas ‘por qué’ empiezas a entender cosas. A cada uno le sirve un tipo de terapia diferente. Tu terapia puede ser ir con tu perro a hacer el camino de Santiago, pero siempre debe existir la pregunta. Estamos en un momento en el que nos distraen demasiado como para no preguntarnos y no mirar dentro. Cuando yo he empezado a hacerlo de verdad he podido sanar heridas de hace mucho tiempo. Y para mí ha sido el arte. Bailar es algo muy terapéutico; no se trata de hacerlo bien, sino de liberar.

-¿El pasado se sana para escapar de él o se escapa de él para sanar?

-Tienes que sanarlo, pero no escapas nunca de él. El pasado vive contigo. Puedes poner capas, pero no escapas. Yo lo he hecho y, de repente, un día te das cuenta de que algo lleva años contigo. Y ahí tienes que sanar para transformar. Para mí la forma es transformar el dolor. Las cosas están y duelen. Y está bien. La clave es no victimizarse. Es difícil porque cuando duele quieres que deje de doler, pero a veces hay que aceptarlo.

-En una ocasión me comentaba Daniel Grao las particularidades del proceso mental que lleváis a cabo los actores para ‘olvidar’ a un personaje. Ahora visualizas a Aura, pero cuando llegue otro rodaje tendrás que sacarla de tu cabeza. ¿Cómo lo harás?

-Lleva días, tiempo y semanas. Pero pasa por un proceso de integración. Decir ‘vale, este personaje me enseñó esto’. A veces hago rituales: he bailado para un personaje, le he escrito una carta para despedirme...

-¿Cómo crees que te despedirás de Aura?

-Me va a costar un poco porque la voy a tener que ver durante tanto tiempo en posproducción... (ríe). Ahora estoy en una preproducción de otra cosa y tengo una resaca emocional muy fuerte. No solamente como la actriz que echa de menos a su personaje; echo de menos al equipo, la adrenalina, sentirme creativa en cada segundo. Esta mañana me he levantado y pensaba que todavía estaba en el rodaje. Fíjate qué locura. Cada proceso es diferente y aquí me está costando más por la implicación que ha tenido a otros niveles y, sobre todo, por ser mi primera película como directora.

-Si en 30 años nos sentamos en esta terraza a tomar una cerveza, ¿qué te gustaría decirme?

-Que he fluido. Lo peor es proyectarte demasiado. No te puedo responder, pero, a lo mejor, lo que sí me gustaría decirte es que he sido muy feliz. Ya está. Me gusta improvisar. Te puedo decir que quiero hacer muchas películas, pero igual mañana decido que lo dejo todo para viajar por el mundo y me quedo en Nepal. No tengo ni idea. Lo que me gustaría decirte es que haga lo que haga, no importa lo que haya hecho, he sido muy feliz. Eso quiero.

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