Cal Raleigh y la mejor temporada ofensiva para un catcher en la historia de MLB

A Cal Raleigh de Mariners no lo encontrarás en la portada de un videojuego de MLB, ni tampoco en comerciales de bebidas hidratantes o promoviendo la nueva loción de una marca de prestigio. No tiene el físico de Aaron Judge, ni la sonrisa de Shohei Ohtani. Tiene, en cambio, una espalda ancha, cara de leñador a punto de demoler un arbol y un apodo que parece inventado por un niño recién salido del kinder: Big Dumper.

Y sin embargo, ahí está, liderando toda la MLB en cuadrangulares con 24. Por encima de Shohei (23). Por encima de Judge (21). Por encima de cualquier pelotero con el sello: MLB.

Cal no es sólo un tipo hábil con el madero, es un hombre duro. De esos que nos contaban nuestros abuelos que todos los días se despertaban antes de que saliera el sol para salir a trabajar. Raleogh ha sido receptor titular en 46 de los 60 juegos con Seattle. Ha jugado los 60. Ni un solo día libre. Se ha agachado 150 veces por juego aproximandamente. Recibiendo rectas de 98 millas, esquivando fouls que parecen balas, guiando lanzadores jóvenes con la calma de un veterano. Y, al terminar cada turno, tomando su madera para disparar pelotas.

La historia que no debería pasar

En el manual no escrito del beisbol los catchers no lideran la liga en cuadrangulares. Pocas veces se ha visto algo así en más de 120 años de historia Su energía se va en otras cosas: pensar el juego, guiar a los lanzadores, resistir. No están programados para brillar con el bat. En el mejor de los casos, aportan algo ocasional. En el peor, son un hoyo ofensivo aceptado por su utilidad detrás del plato.

Pero Raleigh decidió no seguir el libreto. Con un OPS de 1.002, un promedio de .268 y 49 carreras producidas, ha convertido su temporada en un glitch estadístico. Está a medio camino de romper el récord de jonrones como catcher de Javy López (42 en 2003), y ya supera lo que hizo Salvador Pérez en 2021… con la diferencia de que Salvy fue bateador designado en buena parte de esos juegos.

Sus 24 bambinazos ya son la segunda mayor cantidad de cualquier receptor antes de julio en una sola temporada, superado solo por Johnny Bench, quien conectó 25 en 1970.

El beisbol de MLB tiene formas muy claras de fabricar estrellas. Scouts. Rankings. Proyecciones. Cal no cumplía con nada de eso. Elegido en la tercera ronda del Draft de 2018 desde Florida State, llegó al profesionalismo con más dudas que convicciones: bateador ambidiestro, sí, con poder, sí, pero ¿demasiado lento? ¿demasiado grande? ?

En las menores demostró disciplina y algo de poder. En Seattle lo vieron más como un tipo útil que como alguien para construir alrededor. Luego pegó 27 HR en 2022. Después, 30 en 2023. Y otros 31 en 2024. Algo estaba pasando. Pero lo que nadie anticipó fue esto: en 2025, Raleigh se ha convertido en un hombre que rompe moldes y eclipsa a los grandes sultanes del bat como Ohtani y Judge.

Detrás del mito del apodo

Big Dumper. Así lo llaman. El apodo no tiene metáforas. Es literal. Sus compañeros se lo pusieron por el tamaño de su trasero. Al principio le molestaba. Ahora lo abraza. Seattle también. En abril, los Mariners regalaron bobbleheads de Platinum Dumper, una figura cabezona agachada detrás del plato, con su trofeo de Guante de Platino en la mano.

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Porque sí: Raleigh no sólo es bueno con el bat. También ganó ese Guante de Platino en 2024. Mejor defensor de la liga. ¿Qué jugador es eso? ¿Un elite defensivo y ofensivo en la posición más dura del deporte? Eso no es común. Eso es, con todo rigor, un unicornio. O mejor dicho: un burro mágico que saca pelotas del parque.

Lo más impresionante de su temporada no es su fuerza. Es su disciplina. En 2024, Raleigh perseguía lanzamientos fuera de la zona el 33 por ciento del tiempo. En 2025, lo hace solo el 28.6 por ciento. Camina más. Se poncha menos. Ha encontrado esa extraña armonía donde el cazador se vuelve paciente.

Con dos strikes, no regala su turno. Con hombres en base, piensa. Y cuando encuentra su pitcheo, la bola vuela.

El corazón de una franquicia traumatizada

Seattle es una ciudad acostumbrada al “casi”. Sin Serie Mundial desde su fundación en 1977. 20 años seguidos sin playoffs. Equipos formidables que murieron en octubre antes de llegar a noviembre. Una franquicia marcada por la melancolía.

Pero en 2022 Raleigh les dio una alegría impensada: un walk-off contra Oakland para sellar el pase a la postemporada. Un jonrón. De nuevo. Desde entonces, todo ha girado en torno a él.

Ahora, los Mariners pelean por su división junto a Houston. Están de nuevo en ritmo de octubre. Y su alma —más que su bate— es un tipo con casco negro, lentes oscuros y trasero de tractor.

La idea de que Raleigh está haciendo la mejor temporada ofensiva para un catcher no es un invento. Es una posibilidad matemática. Si mantiene su ritmo actual, proyecta 60 jonrones. Si bajara su ritmo, bien podría acabar con: 45 HR, 115 RBI. Son cifras que sólo estrellas como Mike Piazza o Johnny Bench podrían imaginar… y en años excepcionales.

Raleigh no está jugando como un catcher moderno. Está jugando como un protagonista de MLB, una figura improbable que mezcla rusticidad con técnica, potencia con astucia.

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Su swing no es bonito. Su físico no impresiona. Pero cada vez que gira las caderas y manda una pelota a volar, queda claro: en 2025, el beisbol tiene un superhéroe surgido de la nada.

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